Nunca Es Tarde: para enseñar ni para aprender. Manuel a pesar de llevar varios años como pensionista por su discapacidad y ahora jubilado por la edad, mantenía sus viejas costumbres. Acudía todas las mañanas a la misma cafetería, se situaba en el mismo lugar de la barra, al final pegando su espalda contra la pared y su mirada siempre frente a la puerta (reminiscencia que conservaba por instinto de conservación desde su época de joven universitario reivindicativo).
Cuando llegaba los camareros, que ya le conocían, le preguntaban:
-Buenos días, Manuel ¿el vaso con agua de aperitivo, el cafelito solo y el vaso con agua para el postre?
El respondía sonriente con un sí y por supuesto no te olvides del periódico, y comenzaba su rutina diaria. De cuándo en cuándo interrumpía su lectura con una mirada de comprobación hacia la puerta. Tenía curiosidad por ver quién entraba…. Por si acaso…
En el primero de sus ojeos vio la entrada de 2 cuarentañeras que se situaron junto a él y pidieron dos cafés. Manuel que ya se había tomado su vaso con agua de aperitivo y había comenzado a tomar su café continuó con la lectura del periódico. La mañana, aunque era temprano era calurosa, era pleno verano. Manuel continuaba con la lectura de su periódico. Nuevamente dirigió su mirada hacia la puerta cuando en ese momento entraba un joven jadeante, sudoroso y fatigado. El joven se dirigió directamente a la barra del mostrador y preguntó al camarero:
-¿Cuánto vale una botella de agua por favor?
En ese momento el camarero estaba concentrado en la preparación de los cafés que le han pedido las clientas que habían entrado anteriormente, se encontraba de espaldas al joven por lo que no le oyó. Manuel que estaba en todo respondió al joven:
-DEPENDE.
El joven giró su cabeza y con cara mitad de sorpresa mitad de curiosidad respondió:
-Una botella pequeña.
Manuel nuevamente dijo:
-DEPENDE.
El joven no saliendo de su asombro le respondió:
-De cualquier marca, me da igual.
Manuel ya por tercera vez y con miedo a que se enfadase el joven respondió:
-DEPENDE.
En este caso el joven ya con cara diferente dijo:
-¿Depende de qué?, ¿Acaso tienen diferente valor en función de la persona que la pide?
Manuel amablemente le dijo:
-Veo, percibiendo en ti, que tienes prisa. Si tuvieses 1 minuto para oírme y escucharme yo te lo explicaría muy brevemente.
El joven, expresando con la cara un tono de desafío, le respondió:
-¡Adelante! le puedo dedicar ese minuto.
Manuel en ese momento le dijo:
-Tú has preguntado cuánto vale una botella de agua pequeña y de cualquier marca, ¿correcto? Yo te he respondido depende ¿y por qué te he hecho esa pregunta? porque para mí que me acabo de tomar dos vasos de agua y un café no vale nada o muy poco; sin embargo para ti que vienes jadeante, fatigado y sudoroso tiene un valor incalculable. En términos económicos a los dos nos va a costar lo mismo, pero tiene una grandísima diferencia de valor para los dos.
El joven sorprendido por la respuesta quedó pensativo. Cuando pagó el importe y giró para salir, con su mano le dio un toque cariñoso en el hombro y le dijo:
-¡Muchas Gracias, Abuelo! porque ha sido la mejor lección que he recibido en mi vida y además perfectamente argumentada. No la olvidaré nunca como tampoco olvidaré la diferencia entre valor y precio.
Una de las clientas cuarentañeras, la que parecía más decidida dijo:
-Muchas gracias por la conversación sosegada, tranquila, intergeneracional y argumentada de la que hemos tenido la suerte de poder escuchar.
Una vez salieron los clientes, Andrés el camarero le dijo a sus compañeros Julián y Loli.:
-Los del cine han tenido a su: CAZAFANTASMAS. Las grandes e importantes empresas tienen a sus: CAZATALENTOS. Nosotros, más humildes, también tenemos a NUESTRO CAZA CLIENTES.
Enrique
Que bueno Enrique me ha encantado la verdad
ResponderEliminarMuy lindo relato Enrique!!!!
ResponderEliminarNo me lo puedo creer!!
ResponderEliminar¿Todo esto en un momento?
Me ha fascinado la historia.