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Ser discapacido en África
En Togo las personas con discapacidad enfrentan múltiples retos, especialmente las mujeres. A los tres años, Eyoman Mary Sleysor, era una niña sana y corriente; pero un día se puso enferma, la llevaron al hospital y allí le suministraron una inyección que le afectó a los nervios de las piernas. Eso le cuenta su madre, que fue la primera que se dio cuenta de que su hija ya no podía incorporarse y, mucho menos, caminar. Pero Sleysor logró ponerse en pie, en sentido literal y figurado. Hija de familia polígama y con 14 hermanos en casa, sus padres nunca permitieron que se sintiera de menos. Ella sería una más, como los demás. “Mi familia me amaba tanto que incluso me olvidé de mi discapacidad”, afirma, orgullosa Sleysor. No considera haberlo tenido más complicado que otras personas, pero es consciente de los problemas que los ciudadanos con alguna limitación física tienen que abordar en una ciudad como Lomé, y en el país en general, ya sea por falta de infraestructuras adecuadas como por el estigma que aún sufren por parte de la sociedad que piensa que su condición es fruto de maldiciones. Por eso, Sleysor y sus compañeros trabajan en múltiples frentes: por una parte, con la población togolesa para que cambien de mentalidad y dejen de discriminar a quienes no se ven como ellos; por otra, insisten mucho a sus asociadas para que se convenzan de que ellas –o sus hijos, si es el caso– pueden lograr cualquier cosa, independientemente de su condición física. “Eres una mujer discapacitada y tienes que luchar porque en la vida, si no luchas, no llegarás a nada”., proclama Sleysor.
Marrupe
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