Madrid, más grande y más vacía que nunca, como en una película de ciencia ficción, desde mi ventana, miro el cielo por un hueco entre los edificios de mi patio, escucho el silencio de mis vecinos y el cantar de los pajarillos.
Las calles y plazas de Malasaña increíblemente vacías, ocupadas sólo por las palomas, mientras los vecinos las observan desde sus balcones. No existen los fines de semana, todos los días son domingo, aunque Cascorro llore porque se encuentra solo, porque la calle de Rivera de curtidores añora la hora del vermut, por la que no pasa ni un alma.
La Gran Vía, espejo de la ciudad llena de teatros y cines, ahora con el cierre bajado, prácticamente desolada. Doy un paseo virtual a través de la cámara web, desde Callao a la Plaza Mayor, bajando por Preciados o la calle del Carmen, no veo a nadie, en la Puerta del Sol algún que otro transeúnte, paseando a su perro, mientras las fuerzas del estado vigilan nuestras calles.
Madrid unido y triste, como nuestros corazones, por aquellos que perdimos a algún amigo, algún familiar, y los que no. Por todos los soldados que se quedaron en la batalla.
El miedo y el respeto, han hecho de Madrid una ciudad cibernética, donde los abrazos y los besos se dan en la distancia, pero con la esperanza de llenar pronto sus calles, sentarnos en las terrazas y volver a las carreras, como siempre. ¡Madrid, no te rindas!
Las calles y plazas de Malasaña increíblemente vacías, ocupadas sólo por las palomas, mientras los vecinos las observan desde sus balcones. No existen los fines de semana, todos los días son domingo, aunque Cascorro llore porque se encuentra solo, porque la calle de Rivera de curtidores añora la hora del vermut, por la que no pasa ni un alma.
La Gran Vía, espejo de la ciudad llena de teatros y cines, ahora con el cierre bajado, prácticamente desolada. Doy un paseo virtual a través de la cámara web, desde Callao a la Plaza Mayor, bajando por Preciados o la calle del Carmen, no veo a nadie, en la Puerta del Sol algún que otro transeúnte, paseando a su perro, mientras las fuerzas del estado vigilan nuestras calles.
Madrid unido y triste, como nuestros corazones, por aquellos que perdimos a algún amigo, algún familiar, y los que no. Por todos los soldados que se quedaron en la batalla.
El miedo y el respeto, han hecho de Madrid una ciudad cibernética, donde los abrazos y los besos se dan en la distancia, pero con la esperanza de llenar pronto sus calles, sentarnos en las terrazas y volver a las carreras, como siempre. ¡Madrid, no te rindas!
Elvira Jiménez
Es de una calidad indescriptible.
ResponderEliminarEste partido lo vamos a ganar, seguiremos la estrategia de no saturar los centros de salud, ya queda menos, gran artículo y un gran abrazo Elvi!
ResponderEliminarA ver si pronto vencemos esta enfermedad entre todos
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