El unto

    ¡Bienvenidos a la nave del misterio! En este artículo nos remontaremos a la España ancestral y mágica del final del siglo XVIII. 

   En aquella época un especialista en gastroenterología y anatomía humana haciendo un movimiento brusco con las manos se torció una muñeca. Acto seguido se untó grasa corporal de un cadáver que tenía en su despacho, al aliviar su dolor se dio cuenta de que había hecho un gran descubrimiento. Aquello despertó su ambición y se convirtió en uno de los peores asesinos de España. Cuando tenía pacientes graves en vez de sanarlos les inyectaba cianuro con lo que fallecían horas después. Por la noche se llevaba los cadáveres del mortuorio a su casa, donde tenía un buen laboratorio. Acto seguido les introducía dos sondas por la boca y en una sacaba sangre y en la otra el preciado unto, como lo bautizó este hombre. Era una especie de vaselina que aliviaba todo tipo de dolencias, esguinces, torceduras, etc. Había gente que la usaba contra la tuberculosis. Almacenaba este producto en latas metálicas, como las de betún de antaño, y lo vendía a la nobleza, a la gente de alto poder adquisitivo, al precio de 300 pesetas la lata, un precio caro para la época de la que hablamos. 

   Una noche su avaricia llegó a su fin ya que un celador le vio robar dos cadáveres. La guardia civil encontró en su casa 250 botes de unto para ser vendido y casi 50.000 pesetas en metálico. Fue juzgado y condenado por un jurado popular y condenado a morir colgado en la Plaza Mayor. Pidió clemencia al rey; pero éste se la denegó.

   Este prestigioso médico podía haber hecho mucho bien a la humanidad; pero su avaricia le condenó a la muerte. Después de colgado su cuerpo fue quemado y enterrado en una fosa común para que nadie descubriera donde estaba.

   Este artículo nos lleva a la moraleja de que quien pudiera haber sido una eminencia fue un asesino sin escrúpulos. En fin amigos, me despido prometiendo nuevas historias de misterio y terror.

Emilio,
Vuestro reportero favorito  


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