Con Nuestro Señor Jesucristo, que movía a mucha gente, empezó el cristianismo. Los primeros misioneros fueron sus discípulos. Ellos no lo tuvieron fácil por la persecución del Imperio Romano. Los cristianos fueron perseguidos por sus creencias religiosas. Las primeras comunidades no lo tuvieron muy fácil pero fueron muy valientes porque tenían el apoyo de Nuestro Señor Jesucristo. De la descendencia de sus discípulos nacieron muchos misioneros. Ellos también fueron perseguidos.
En la antigüedad, el territorio que conforma la actual Ciudad del Vaticano, al oeste del río Tibér, era conocido como el Agarré Vaticanus (campos del vaticano). Algunos historiadores afirman que sus primeros habitantes fueron integrantes de un antiguo pueblo etrusco llamado Vaticum y de allí su nombre. Otros que la palabra proviene del latín vates (adivino) y que antiguamente existía una colina denominada Vaticano en la que pululaban adivinadores y magos que presagiaban el porvenir de transeúntes ocasionales.
Debido a la persecución de los cristianos y a la destrucción en Roma de todos los escritos de la Iglesia que llevó a cabo el emperador Dioclesiano en el año 303, hoy quedan muy pocos rastros de la presencia de los primeros cristianos en la zona.
El emperador Constantino el Grande (307-337) instauró la paz con la Iglesia, permitiendo que el cristianismo saliera de la clandestinidad y obtuviera un estatuto jurídico privilegiado, antes reservado a los paganos.
En el siglo IV, al pie de la Colina Vaticana se comenzó a edificar la que luego sería la Basílica de San Pedro. Según testimonios arqueológicos, allí fue enterrado el primer papa. Los pontífices medievales compraron el territorio y luego se mandó construir un puente, el Pons Aelius, para comunicarla con Roma.
Su arquitectura paisajista y edificación fue desarrollada de acuerdo al gusto de los papas de turno. Los pontífices pasaron a ser los gobernantes de la ciudad de Roma y de las zonas circundantes.
En el año 756 este dominio fue oficialmente cedido al papa Esteban II por Pipino el Breve, monarca de los francos, como agradecimiento por haberlo nombrado rey. Sus posesiones se fueron ampliando a través de donaciones, adquisiciones y conquistas y, de esta forma, los futuros Estados Pontificios, legalmente establecidos por Carlomagno en el siglo IX, llegaron a abarcar prácticamente toda la zona central de Italia.
En el año 847, el Papa León IV ordenó levantar una gran muralla, de nombre «Leonina», para defender al Vaticano de los ataques sarracenos. Esta construcción transformó la zona de San Pedro en un recinto amurallado. Protegía la gran Basílica y sus tesoros, las iglesias menores, los monasterios, las casas del clero y de acogida de peregrinos, los huertos de los residentes. Al mismo tiempo, convertía a la ciudad en un distrito sui generis.
Durante el período 1309-77, los papas residieron primariamente en Avignon, debido a las constantes disputas facciosas en Roma. Presionado por Felipe IV de Francia, el Papa Clemente V mudó la capital pontificia a Avignon, que entonces pertenecía a los vasallos del papa y que en 1348 se convirtió en propiedad pontificia. Los siete papas del período fueron franceses, así como 111 de los 134 cardenales.
Luego de que Gregorio XI restableciera la capital pontificia en Roma, Clemente VII lideró a los cardenales que en 1378 declararon inválida la elección de Urbano VI y fue electo antipapa en 1378, ocupando el trono vacante en Avignon. Europa se dividió en el apoyo a ambos contendientes y, en tanto Francia favoreció a Clemente, Inglaterra apoyó a Urbano, un diferendo que continuaría en la Guerra de los Cien Años entre ambas coronas (1337-1453) y abriría el período conocido como el «Gran Cisma» (finalizado en 1417).
Debido a la persecución de los cristianos y a la destrucción en Roma de todos los escritos de la Iglesia que llevó a cabo el emperador Dioclesiano en el año 303, hoy quedan muy pocos rastros de la presencia de los primeros cristianos en la zona.
El emperador Constantino el Grande (307-337) instauró la paz con la Iglesia, permitiendo que el cristianismo saliera de la clandestinidad y obtuviera un estatuto jurídico privilegiado, antes reservado a los paganos.
En el siglo IV, al pie de la Colina Vaticana se comenzó a edificar la que luego sería la Basílica de San Pedro. Según testimonios arqueológicos, allí fue enterrado el primer papa. Los pontífices medievales compraron el territorio y luego se mandó construir un puente, el Pons Aelius, para comunicarla con Roma.
Su arquitectura paisajista y edificación fue desarrollada de acuerdo al gusto de los papas de turno. Los pontífices pasaron a ser los gobernantes de la ciudad de Roma y de las zonas circundantes.
En el año 756 este dominio fue oficialmente cedido al papa Esteban II por Pipino el Breve, monarca de los francos, como agradecimiento por haberlo nombrado rey. Sus posesiones se fueron ampliando a través de donaciones, adquisiciones y conquistas y, de esta forma, los futuros Estados Pontificios, legalmente establecidos por Carlomagno en el siglo IX, llegaron a abarcar prácticamente toda la zona central de Italia.
En el año 847, el Papa León IV ordenó levantar una gran muralla, de nombre «Leonina», para defender al Vaticano de los ataques sarracenos. Esta construcción transformó la zona de San Pedro en un recinto amurallado. Protegía la gran Basílica y sus tesoros, las iglesias menores, los monasterios, las casas del clero y de acogida de peregrinos, los huertos de los residentes. Al mismo tiempo, convertía a la ciudad en un distrito sui generis.
Durante el período 1309-77, los papas residieron primariamente en Avignon, debido a las constantes disputas facciosas en Roma. Presionado por Felipe IV de Francia, el Papa Clemente V mudó la capital pontificia a Avignon, que entonces pertenecía a los vasallos del papa y que en 1348 se convirtió en propiedad pontificia. Los siete papas del período fueron franceses, así como 111 de los 134 cardenales.
Luego de que Gregorio XI restableciera la capital pontificia en Roma, Clemente VII lideró a los cardenales que en 1378 declararon inválida la elección de Urbano VI y fue electo antipapa en 1378, ocupando el trono vacante en Avignon. Europa se dividió en el apoyo a ambos contendientes y, en tanto Francia favoreció a Clemente, Inglaterra apoyó a Urbano, un diferendo que continuaría en la Guerra de los Cien Años entre ambas coronas (1337-1453) y abriría el período conocido como el «Gran Cisma» (finalizado en 1417).
A.V.
Los misioneros hacen buena labor,aunque haya algunos que manchen el nombre.Por otro lado gracias por contar un poco de su historia
ResponderEliminarGUAU. LA HISTORIA DE LOS PRIMEROS CRISTIANOS ES MUY INTERESANTE. GRACIAS.
ResponderEliminarPODRÍAS HABLAR DE LAS CATACUMBAS...MILES Y MILES DE PASILLOS SUBTERRÁNEOS DONDE SE DEPOSITABAN LOS CUERPOS DE LOS SEGUIDORES DE CRISTO..